lunes, 31 de enero de 2011

PORTUGAL, UN BARCO VERDE



Los amores nacen de modo imprevisible. El mío por Portugal nació del idioma. Había residido un tiempo en Brasil, donde llegó a darse el caso de tener que enseñar el carné para que creyesen que era extranjero. Me gustaba tanto la dulce música de la lengua, que cuando volví a vivir en España debía correr a Portugal cada dos por tres, para no olvidarla.
Iba tanto, que me obligaba a cambiar de ruta y así fui descubriendo bahías cálidas, acogedoras, golosas de mariscadas y “sapateiras” preparadas, y montañas pobladas de titanes en Serra da Estrela, y monasterios con misteriosos monjes ansiosos de descubrimientos por Belmonte, y bosques encantados de elfos merendando bacalhau a bras por los aledaños de Viseu. Con el tiempo, me di cuenta de que Portugal es un barco verde, que proyecta la proa ibérica hacia legendarios océanos surcados por bandeirantes soñadores. En metáforas, como en aquel pasodoble, verde es el Tajo y rojo es el vino de O Porto.
Pero sobre todo, hay un verde lorquiano que perfuma el aire desde Tras o Montes a San Vicente y desde el Miño a Vila Real de Santo Antonio. Un día, me pilló una tormenta de ésas que lanzan cataratas contra el parabrisas. Salía de Porto hacia Lisboa, pero tuve que abandonar la autovía y parar en un pueblo llamado Agulha, a esperar que escampase. Alguien me vio desde una ventana en el coche atormentado por el granizo, y afrontando el temporal, bajó a golpear la ventanilla, diciéndome “não fica aí sozinho, venha a beber un copo de vinho”. Era una familia joven, con dos hijos; con ellos disfruté una de las tardes más inolvidables de mi vida.

domingo, 30 de enero de 2011

EL DEBER DE HONRAR A NUESTROS MÁRTIRES

En Málaga, donde con tanta frecuencia perdemos la memoria, por fortuna se habla mucho actualmente de uno de los episodios más atroces que nos ha tocado vivir.

Aquí, una ciudad a medio camino entre el paraíso y el abismo, actúan fuerzas extrañas; deben de ser una suerte de demonios revoltosos y pícaros aliados con ángeles circunspectos, dedicados en cuerpo y alma, sobre todo en alma, a borrar los archivos de los intrincados engranajes del pensamiento colectivo. Una especie de virus “Viernes 13” inoculado en el disco duro de nuestro ordenador mental.

Por esa razón, apenas recordamos quiénes somos. Quien sufre de amnesia, deja casi de ser una persona al no conocer su origen, quiénes fueron sus padres, en qué circunstancias nació, cuáles son su nombre y apellidos o su número de identificación fiscal. Se convierte en un simple individuo, como una res en manada.

Los malagueños apenas recordamos que somos uno de los núcleos urbanos más antiguos de Europa; no nos recreamos con los vestigios antiquísimos que aparecen por doquier bajo nuestros cimientos; no exhibimos orgullosamente nuestra Lex Flavia Malacitana que nos consagró como municipio autónomo mucho antes de que ciertas arrogantes ciudades hubieran nacido; no nos jactamos de los incontables episodios de resistencia heroica contra los invasores; no lamentamos ni lamemos las heridas de tantas epidemias, asaltos, quemas de la ciudad o genocidios de los que fueron víctimas nuestros ancestros. Para no evocar, ni rememoramos nuestras glorias.

Así, de tanto no recordar, a los ojos foráneos aparecemos como recién nacidos en una anodina e insignificante urbe recién fundada.

Inclusive, habíamos callado hasta hace muy poco el penúltimo de nuestros suplicios históricos: el tumultuoso éxodo sufrido por antepasados de casi todos nosotros alrededor del 7 de febrero de 1937. Todos, todos casi sin excepción, tenemos alguien, un tío, unos padres, unos abuelos o unos bisabuelos que padecieron aquel tormento, aquella pesadilla, aquel seísmo monstruoso. Y muchos de nosotros perdimos parientes, porque fueron muchos los fugitivos malagueños que murieron sobre el asfalto de la carretera, despeñados en los precipicios o disueltos entre cañaduces y espuma de la mar.

Sobre la Desbandá de Málaga se extendió un manto de silencio desde el mismo 8 de febrero de 1937. El silencio aprovechaba a los dos bandos enfrentados. Los unos, porque no actuaron a nuestro favor y los otros, porque se excedieron actuando en nuestra contra. El recuerdo del drama permaneció sólo en la memoria atormentada de quienes más derecho y más necesidad tenían de olvidarlo, los que lo padecieron. Y éstos, los sufrientes, los que perdieron esa noche o las sucesivas a sus padres, a sus hijos o a sus hermanos, se encontraron luego con la ofensa del silencio pactado porque convenía a los dos bandos; de manera que no encontraron el consuelo de la solidaridad ni tampoco pudieron recibir pésames ni palabras de aliento. Nada. El silencio como una tumba y como un sudario de hielo sobre la sangre derramada y sobre unos enterramientos que ni siquiera sabemos dónde están.

Ahora, bienvenido sea, se quiere, por lo menos, crear una especie de “Bosque de los ausentes” en Torre del Mar, uno de los escenarios del drama. Dicen que lo impulsa la Diputación Provincial de Málaga y existe ya un diseño. Gracias sean dadas a los dioses misericordiosos. Por fin los mártires de la Desbandá de Málaga van a recibir un homenaje de los muchos que merecen.

Pero…

Durante los últimos treinta años, Málaga viene siendo muy generosa en la cesión de sus prerrogativas. Demasiado generosa. Y pudiera ser que con renuncia parecida a una actitud suicida. Ninguno de los organismos e instituciones capitales de la Costa del Sol tiene a Málaga por sede, ni aun los que le corresponde legalmente. A causa de la voraz mecánica engrasada por intereses que nos son ajenos y por nuestro desmemoriado desinterés, Málaga es en la actualidad la capital de provincia menos capital de provincia de todas las capitales de provincia de España. Conviene tener en cuenta que desde el punto de vista protocolario, esta viejísima ciudad, la sexta más poblada de España, es menos importante que Melilla o Ceuta.

Y, sin embargo, hablamos ya con desparpajo y asiduidad de la “Zona Metropolitana de Málaga”. ¿En torno sólo al factor demográfico? Somos una gran población, que no una gran ciudad, porque nuestra amnesia nos ha conducido a dar de lado al concepto de Polis clásica, la ciudad como ágora civilizadora, como polo de las capacidades creativas, impulsora de los intereses e iniciativas y generadora de inquietudes y cultura. Sin instituciones, sin asambleas, sin cámaras, sin parlamentos, sin organismos rectores no hay Polis, sólo ciudad dormitorio.

De peligrosísima manera, metimos en el cajón del olvido nuestra principal seña de identidad, el martirio de Ciriaco y Paula, una de las tradiciones más bellas y antiguas de Andalucía. Ciriaco y Paula ingresaron en ese cajón infame a causa de un par de exabruptos cometidos entre el siglo XIX y el presente por un ángel desorientado y por un demonio maldito. Igual que habíamos metido hasta hace muy poco el martirio de la Desbandá de Málaga. Tanto olvidamos esta tradición fundamental de Málaga, que próximo a cumplirse los 1.700 años del martirio de Ciriaco y Paula, el 18 de junio, nadie habla de ello ni ha organizado los fastos que tendrían lugar en otra urbe menos desmemoriada al cumplirse el XVII centenario de su más valiosa leyenda urbana.

Los mártires de la Desbandá de Málaga fueron en su mayoría capitalinos y huían de la maldición de los dioses, semejante a la de Sodoma y Gomorra, que se precipitaba sobre la capital malagueña. Por eso, y no sólo por eso, es a la ciudad de Málaga a quien corresponde el derecho y el deber de honrarlos. Es aquí donde tendríamos que alzar un monumento inmenso, tan inmenso como fue la tragedia. Somos nosotros, los capitalinos malagueños, quienes tenemos que realizar el esfuerzo de reunir los medios y de encontrar el sitio, ante el mar de Alborán que fue testigo rumoroso del drama, donde con aportaciones de todos (y en primer lugar de las instituciones) levantar ese monumento unitario y desprovisto de rencor donde se solidifique el dolor que tanto nos acongoja.

Cuando vivía en Brasil, asistí dos veces a una ceremonia maravillosa. La noche de fin de año, los fieles de la iglesia sincrética de Umbanda homenajean a su diosa del mar, Iemanjá, lanzando flores al rompeolas. Es fascinante contemplar el rito de noche, desde una ventana más o menos alta de Copacabana; vestidas de blanco, millares de personas se acercan a la orilla con velas encendidas en la mano, entre cánticos al son de tambores y van arrojando las flores al agua. Cuando amanece, el rebalaje se ha convertido en un mecido y ondulante jardín multicolor. La primera vez que lo vi, lo primero que se me ocurrió fue que ésa podría ser, entre Málaga y Motril, una bonita y emocionante manera de honrar a los mártires de la Desbandá de Málaga.

Tenemos que alzar y celebrar un monumento en la capital que agrupe y condense todas las sinergias, en recuerdo de la Desbandá de Málaga. Porque son muertos de todos los malagueños y a todos los malagueños nos compete honrarlos.

viernes, 28 de enero de 2011

¿QUIERE BLANCA ROSA ROCA QUE ME MUERA?

Después de pagarme solo el 3% mis derechos durante seis años y apropiarse del 70% de mi dinero (unos 120.000 euros), Blanca Rosa Roca Asencio (que ya ha reconocido implícitamente su deuda), no ha rectificado todavía desde que me di cuenta de su defraudación hace dos años y reclamé.
Sabe que mi situación es extrema, que no tengo dinero para comer adecuadamente y que no puedo permitirme gastar ni un euro al día. Debiéndome muchos miles de euros, desea que me muera (y se lo ha dicho a un periodista), como si con mi muerte pudiera dejar de pagar lo que debe. MIS HEREDEROS NO LA DEJARAN TANQUILA, según mando en mi testamento.
Un personaje parecido es la protagonista de mi novela “La espesura”, novela que incluye la narración fabulada del drama real de un cantante internacional muy famoso.
En conjunto, La espesura es un elato que usa el escenario y varios personajes de mi novela "Cal viva" (que fue finalista de los premios Café Gijón y Ateneo de Sevilla). Se produce una estafa bancaria en Benaljazmín; dado lo bien que resultaron sus pesquisas sobre las muertes de Cal Viva, Antero Noble es enviado de nuevo por el director del periódico a investigar a la estafadora, Lolita Clavel.
LA ESPESURA. Episodios primeros
Antes de que el escándalo de Lolita Clavel removiera hasta las losas del cementerio, Benaljazmín había sufrido ya un estremecimiento que alteró durante años la apacible biografía del pueblo.
La muerte en misteriosas circunstancias de la Pleita y el Verraco, dos de los vecinos más destacados, había seguido a una cadena de inundaciones que pareció a punto de arrasar no sólo las haciendas, sino la existencia misma de la población, al llevarse junto al limo, la tierra fértil y los cultivos todos los afanes empeñados en una cooperativa agraria en la que participaba la mayoría de los benaljazmineños y en la que habían invertido la totalidad de sus fortunas. La ola loca arrancó de cuajo los frutales recién plantados, desnudó las rocas, segó la vida de varios vecinos y vieron con desolación que el porvenir de sus hijos se les escapaba río abajo, hacia el mar de Alborán. Desesperados, llegaron al convencimiento de que eran víctimas de un sortilegio invocado por las artes mágicas de la anciana a quien apodaban "la Pleita", aojamiento por el que se veían sometidos a las peores calamidades.*
Les parecía tan cierta la maldición, que en los primeros momentos reaccionaron ante la conmoción causada por Lolita Clavel con el fatalismo de quienes se creen condenados al infortunio sin remedio. Pero los hechos demostraron que el ánimo de los benaljazmineños tenía muchas revueltas.
El periodista Antero Noble fue llamado una mañana al despacho del director del periódico, Joaquín Martín, que le preguntó:
-¿Te gustaría volver a investigar un caso en Benaljazmín?
Antero guardaba sentimientos contradictorios de aquel reportaje realizado cinco años atrás, cuando, recién diplomado en la universidad, afrontó la investigación sobre el Verraco y la Pleita con la inseguridad propia de un principiante, pues se involucró en los sucesos con un apasionamiento que la experiencia había ido demostrándole que no convenía al trabajo de un buen periodista.
-¿Otro muerto?
-No. Esto es mucho más noticiable, salvando las distancias. Todo Benaljazmín puede verse en la miseria por los tejemanejes de una señora, de la que resulta difícil asimilar que haya hecho lo que todos dicen que ha hecho. Se llama Lolita Clavel y tiene la cara dura de seguir viviendo en el pueblo a pesar de los pesares, lo que no deja de tener su puntillo de enigmático. Cualquiera en sus circunstancias hubiera puesto tierra de por medio y habría desaparecido, pero ella sigue en la casa donde ha vivido desde que nació, sin alarmarse ni acomplejarse por lo que la insultan por las calles.
-¿Así están las cosas?
-¡Digo! Según me han contado, no sólo le gritan barbaridades al pasar, sino que hay quien llega a tirar baldes de mierda a su paso.
-Pues tiene que ser una andoba con mucho aguante.
-Parece que las mujeres de esa comarca los tienen bien puestos -Martín acompañó el comentario de un gesto con el puño cerrado.
-Tal como era la Pleita de firme y contumaz, sí da la impresión de que lo encrespado del paisaje da carácter a la gente que vive en la zona.
-Ve a ver lo que averiguas -ordenó el director-. Puedes quedarte allí hasta tres días.
-¡Tres días! ¿Tan gordo es el follón?
-Serás tú el que lo determine. Si no están exagerando los damnificados, podríamos encontrarnos ante una noticia de primera plana en la prensa de todo el país.
Cinco años antes, Antero condujo por la Hoya del Guadalhorce un renqueante coche que no paraba de quemar aceite y, tras rodear una colina, fue a toparse con una población que presentaba visos fantasmagóricos todavía a los dos años de padecer catorce riadas en un mes, que habían depositado rastros de lodo por doquier y llevado la tragedia a casi todos los hogares.
Ahora, iba a Benaljazmín en un coche flamante que se encontraba todavía en garantía y lo que vio al pasar la colina era un pueblo pequeño, resplandeciente de cal viva, encaramado en la falda de un monte como si fuese el decorado para la más sugestiva tarjeta postal sureña, una postal cuyo centro ocupaba el campanario de la iglesia destacando sobre la cuadrícula de casitas blancas, que escalaban la cumbre coronada por el penacho de pinsapos, quejigos y acebuches del Coto de la Marquesa. Tanta belleza era, sin duda, resultado de un afán muy tenaz, y revelaba que los benaljazmineños habían sido capaces de conjurar la desgracia y afrontar de nuevo la vida con optimismo.
Condujo los últimos centenares de metros entre arbolitos jóvenes de acacias y jacarandas, obviamente plantados mucho después de las riadas, los cuales proporcionaban amenidad al tramo de carretera recién asfaltada que comunicaba Benaljazmín con la nueva autovía. A esa hora, próximo el mediodía, el sol no abrasaba aún y la brisa movía suavemente los sembrados que orillaban el camino, contribuyendo a crear un ambiente de placidez despreocupada. La fuente de la plaza de Abajo, desmoronada por la ola, había sido reconstruida y cantaban seis chorros rizados de agua entre macetas de geranios. Alrededor, los vehículos estacionados presentaban buen estado y los lugareños, en lugar del desaliento hermético de entonces, no se mostraban abatidos ni huraños a pesar de lo que acababa de ocurrirles. Antero sonrió; los benaljazmineños habían encontrado aliento para restablecerse de la pesadilla de la inundación y sus consecuencias.
Ciriaco el Fraile lo abrazó antes de exclamar:
-¡Antero!, no sabes las veces que he intentado verte en el periódico. Casi siempre que voy a Málaga pregunto por ti.
-¿De veras? Joder, pues nunca me han dado el recado.
-No, si no te dejo recados. Como siempre me decían que andabas por ahí, haciendo reportajes, no quería incomodarte...
El periodista examinó la cara del que había sido el amigo más fiel del Verraco, el hombre que, ofreciéndole su casa y su mesa, le había hecho sentir como si fueran camaradas de toda la vida. Ciriaco parecía ahora más joven que cinco años atrás; claro que, la última vez que hablara con él, estaba detenido en comisaría acusado de los asesinatos del Verraco y la Pleita. Sabía que la cooperativa de Benaljazmín había resurgido de sus cenizas gracias, sobre todo, al afán de Ciriaco el Fraile, cuyos motivos creía conocer: Su esfuerzo había constituido un homenaje al añorado amigo muerto. En el decurso de su investigación periodística de las muertes, sin proponérselo había llenado con su presencia una parte del vacío que Ciriaco sentía por la pérdida del Verraco. Que hubiese intentado visitarlo tantas veces, era un síntoma de esa sustitución del amigo del alma por el periodista que se había interesado tan a fondo por su vida.
-Es verdad -confirmó Antero-, paro muy poco en la redacción. Pero tendrías que haber dejado una nota, hombre; podíamos haber tomado una copa y charlar. Siempre me acuerdo de vosotros y he tratado de estar informado sobre la marcha de la cooperativa. Sé que conseguisteis superar el bache.

martes, 25 de enero de 2011

PALMERAL DE LAS SORPRESAS, UN AGRAVIO MÁS A MÁLAGA.

Durante 30 años, esa junta propugnada de manera ilegal por Felipe González, ha desmantelado institucionalmente Málaga, la ha ofendido, subdotado y despreciado, hasta el punto de que los malagueños se pueden morir sin hospitales, sus universitarios son los peor dotados por ese organismo ilegal inventado a beneficio de Sevilla a costa de otras ssiete provincias.

Y, SOBRE TODO,LA JUNTA DESPRECIA A LOS MALAGUEÑOS, LO QUE SOMOS, LO QUE DECIMOS, LO QUE SUGERIMOS.

Ante las próximas elecciones municipales,la junta no dispone de nada con lo que seducir a los malagueños. Pero recurre a una viejísima aspiración ciudadana ofreciendo la "supuesta integración" del puerto en la ciudad. Para ello, ha elevado el nivel del suelo dos metros (sin accesos y con una verja inmensa) y ha puerto frente al embarcadero otra muralla infranqueable de cristal,

Observen las siguientes fotos de Barcelona y Alicante, para comprender la dimensión del insulto que la junta ha lanzado a los malaguelos.


Los amplos espacios lúdicos del puerto de Barcelona, son tan accesibles, que ni siquiera se da uno cuenta de ningÚN cambio de paisaje. No hay verjas, no hay escaleras, no ha aceras cruzadas. Nada. EL ACCESO ES VERDADERAMENTE LIBRE.


Aquí se aprecia con claridad lo muy integreado que está el puerto de Alicante a la ciudad.

lunes, 24 de enero de 2011

BLANCA ROSA ROCA ASENCIO ¿saldrá de rositas?

Blanca Rosa Roca Asencio me ha defraudado más de 100.000 euros en su editorial ROCA EDITORIAL.

Se comprometió en 4 contratos a pagarme el 10% del p.v,p., pero me paga sólo el 3% mediaNTE CUENTAS FRAUDULENTAS QUE NUNCA DICEN CUÁNMTOS LIBROS VENDO. Me pasa liquidaciones de sus cuentas con los distribuidores.

Entre tanto, yo me estoy muriendo, completamente en la miseria.

domingo, 23 de enero de 2011

BLANCA ROSA ROCA ASENCIO ME DEFRAUDA MÁS DE 100,000 EUROS


ESTA SEÑORA,LLAMADA BLANCA ROSA ROCA ASENCIO, ES LA DUEÑA DE ROCA EDITORIAL.

FIRMÉ CONTRATOS CON ELLA POR CUATRO NOVELAS, ESPECIFiCANDOSE EN LOS CONTRATOS QUE RECIBIRÍA EL 10% DEL PRECIO DE VENTA AL PÚBLICO, TAL COMO MANDA LA LEY.

Pero esa editorial ha venido presentándome liquidaciones fraudulentas que no tienen nada que ver con mis libros vendidos, sino con sus operaciones con los distribuidores, de modo que se ha apropiado del 70% de todos mis derechos.

Hasta noviembre de 2007, había vendido ejemplares de mis cuatro novelas por un valor superior al millón de euros. Hasta entonces, tendría que haberme pagado más de 100.000euros, pero sólo me pagó treinta y pico mil. Se había embolsado más de 70.000 euros míos.

He pedido ayuda al ministro, el gobierno, las cortes, la generalitad y la policía. La ley de propiedad intelectual es tan defectuosa, que deja a los escritores indefensos. Nadie me ayuda a cobrar.

Vivo en dramáticas condiciones de mendicidad, por culpa de Blanca Rosa Roca Asencio.

sábado, 22 de enero de 2011

¿TODAS LAS EDITORIALES DE BARCELONA ESTAFAN A SUS AUTORES?

ROCA EDITORIAL me contrató cuatro novelas, comprometiéndose en contratos a pagarme el 10% del precio de venta al público,pero en realidad lleva 6 años pagándome sólo el 3%, lo que representa que se ha quedado con unos 120.000 euros míos. Me he dirigido al gobierno, al ministro, a la casa del rey, a las cortes, al defensor de pueblo, a la generalitat y a la policía y nadie me ayuda a cobrar lo mio.
Entre tanto,vivo miserablemente con la pensión mínima, pasado grandes calamidades.

EDITORIAL EL COBRE
Me estafó directamente en la redacción de los contratos, habiéndose quedado también con más de 100.000 euros mío.

¿TIENEN LAS EDITORIALES PATENTE DE CORSO?, PUES NADIE LES METE MANO AUNQUE TODOS LOS PERIODISTAS Y MEDIOS CONOCEN LAS ESTAFAS Y DEFRAUDACIONES.,

viernes, 21 de enero de 2011

la literatura española, insignificante en el mundo

¿Puede pesar en el mundo una literatura como la española?
Al enterarme casi por casualidad de lo que ha estado pasando con mis libros y cómo se han lucrado con ellos –espléndidamente- las EDITORIALES ROCA EDITORIAL Y EL COBRE, y tras dos años de angustia, gestiones inútiles (porque la ley es muy defectuosa), sufrimientos y peregrinaciones, me asalta la pregunta de quién podrá vivir de sus libros en España.
Quien conozca la dedicación absorta que exigen la creación, fabulación y escritura de una novela, se asombrará de que su autor pueda escribir también una columna periodística todos los días (con la lectura multitudinaria de periódicos que exige), más algunos guiones de televisión y obras de teatro, o dirigir un instituto español en el extranjero. La terrible realidad es que en España muy pocos autores pueden presumir y demostrar que cobran verdaderamente los derechos legales que acuerdan en contrato, y por tanto se ven obligados a ejercer la escritura literaria como si sólo fuese un frívolo “hobby”.
A quien me lo pregunte, le detallaré documentalmente en qué consisten las malvadas triquiñuelas.
Aunque parezca inmodesto decirlo, pocos pueden jactarse entre nosotros de tener once libros publicados y haber convertido en éxitos más de la mitad. Con cuatro novelas recientes que totalizan 14 ediciones, ninguna menor de 6.000 ejemplares. Con un premio literario y dos accésit incluidos. Quince años de trabajo intensivo que esperaba que me asegurasen la vejez pero que, en realidad, han hecho rica a dos “tranfulleras”, mientras yo me muero de hambre. Si con todos pasa igual, como me asegura el clamor que me llega de gente muy informada de los medios de información, la primera pregunta es: ¿pasará igual con todos esos nombres rimbombantes que ustedes pueden imaginar?
La segunda pregunta, de mucho mayor calado, es: ¿Puede volver a pesar –como en el Siglo de Oro- la literatura española en el mundo, si nuestras editoriales actúan todas igual que las dos que me han estafado a mí?
Es innegable que si un escritor no puede vivir confortablemente de su trabajo, no podrá dedicarse a él del modo que un creador debe hacerlo. Con el trato que recibimos los escritores españoles, nadie podría crear aquí “El señor de los anillos”, “Harry Potter” ni el malhadado código.
Si las editoriales esperan que sus autores atiendan cátedras, bufetes, despachos o televisiones durante el día y sólo escriban de vez en cuando, de noche, en horas robadas al descanso, ¿qué clase de literatura podemos aspirar a tener?
¿Es éste el motivo de que no haya autores españoles en las listas de best-sellers mundiales ni en las carteleras de teatro?

jueves, 20 de enero de 2011

PROGRES. La generación fracasada



A estas alturas de la historia, nada parece más rancio y fracasado que aquella generación que nos llamábamos “progres” Surgimos como respuesta a los cuarenta años oscuros, aspirando el aire fresco e incontaminado de la libertad. Teníamos que regenerar España –no desmontarla- y correr apresuradamente detrás de los trenes que habíamos ido perdiendo.
Para todo ello, era indispensable despojarnos de los reflejos auto represivos de la etapa anterior. Ser libres empezando por nuestra manera de sentir la vida. Desechar los arneses y volvernos transgresores en una medida educada y prudente.

Pero fueron demasiados los que malinterpretaron lo de la transgresión. De pronto, nos encontramos con señoras muy encopetadas y burguesas que, para ser modernas, se pusieron a robar en El Corte Inglés y Galerías. Hubo matrimonios que, para demostrar definitivamente su modernidad, decidieron escenificar sus encuentros sexuales delante de sus hijos pequeños, para que tuvieran educación sexual antes que uso de razón (hablo de un caso concreto, en que uno de los niños se negó a crecer como Peter Pan y hoy es un mozo que no llega al metro cincuenta completamente traumatizado). Aquella progresía que dio lugar a cosas interesantes pero nocivas, como la Movida madrileña, hemos hecho otras cosas muy nocivas pero nada interesantes.
El resultado es una España clónica de la de 1935, con la juventud peor educada de Europa y la más inculta. ¿PROGRES? ¡Que me borren!

miércoles, 19 de enero de 2011

La mala educación. RAFA MÉNDEZ



Es difícil que lo conozcan los lectores cultos. Rafa Méndez es un bailarín que ejerce de “profesor” en un concurso de danza de la cadena televisiva de Prisa. Al parecer, y para desgracia de todos nosotros, se ha hecho muy popular.
En el panorama de encefalograma enfermo de nuestra televisión, curiosamente los concursos que tienden a elogiar los esfuerzos de los jóvenes suelen tener buenas audiencias, al menos en su primer capítulo. Ocurrió con Operación Triunfo y ahora está sucediendo el fenómeno con una cadena que no se distingue por su buena clasificación en los “rating” generales de audiencia.
Hay personajes en el concurso que cubren algunos de los supuestos de las ficciones. Una profesora que ejerce de cándida voluptuosa y buena gente, otra que es la mala de cualquier tragedia, el puro querubín que de nada se entera, uno que es el pillo simpático y, por último, Rafa Méndez, personaje inclasificable cuyo sentido de las cosas es, cuando menos, discutible.
Seguramente por insuficiencias en su educación, este “profesor” ha impuesto el uso de un vomitivo “spanglish”, donde las cosas no son asombrosas, sino “amazing”; nada es atrevido, sino “hot”; y el brío y la energía se han convertido en “energy”. Este nocivo magisterio en un programa que, sin duda, influye en los jóvenes, tiene, además, un desagradable ingrediente de ordinariez y desvergüenza. Las cosas no son “fantásticas”, sino “que te cagas” y otras expresiones igualmente académicas.
A los espectadores habrá que advertirles con urgencia de que ni éste es un “profesor”, ni tiene educación.

lunes, 17 de enero de 2011

La razón del poder y el poder de la razón

Ayer meditaba sobre la adoración y veneración al poder simplemente porque es poder, un vicio que se da en España más que en los otros países que he visitado..
Es posible que todavía no nos hayamos sacudido el peso de la educación dictatorial. Ante determinadas situaciones, son muchos los que cierran los ojos y se comportan como si temieran que pueda abrirse la puerta y entrar un batallón de grises a llevárselos a una mazmorra. “No te metas en eso” “No sabes dónde te metes” “No te metas con ése” “¿Qué podrías hacer tú?” “No te conviene airear esa injusticia”… son frases “cuerdas y sensatas” que oímos constantemente. Frases que la gente corriente esgrime como carbones encendidos contra cualquier acechanza que sus pequeños intereses pudieran padecer.
¿Nos ha penetrado la libertad hasta lo más profundo de la conciencia? ¿Sabemos ser verdaderamente libres? Creo que no. Creo se nos han indigestado muchas de las nociones que sustentan la libertad y la democracia. Me parece que si alguien no se exalta ante injusticias manifiestas, se calla y deja pasar, no es solidario ni es consciente de ser, a pesar de que pregonemos con insufrible autobombo que somos solidarios porque ayudamos a gente lejana cuyo rostro no conocemos. La realidad es que por miedo insolidario hasta con nosotros mismos, concedemos al poderoso el derecho supremo de equivocarse tanto cuanto le dé la gana.
¿Posee grandeza esa gente temerosa y conformista? Decían los socráticos que los sabios tienen sobre los ignorantes las mismas ventajas que los vivos sobre los muertos. ¿Estaremos un poco muertos y por eso no abominamos de las mentiras ni del cinismo? ¿No estaremos a punto de descomponernos y por eso tememos levantar la mano –aunque sólo sea para preguntar-, no se nos vaya a caer al suelo?

La idolatría del poder
Como Antonio Machado, podría decir que “he andado muchos caminos, he abierto muchas veredas; he navegado en cien mares y atracado en cien riberas”. El emigrante no es en realidad un viajero; normalmente, es alguien que se ve obligado a destruir sus raíces, por lo que el viaje es sólo el conducto para alcanzar el nuevo territorio.
Mas ay de quien repita el proceso al emigrar varias veces, llegando a perder de vista hasta la idea de echar raíces en alguna parte. El emigrante que se convierte en nómada es también un nómada de sí mismo, un inadaptado sin convencionalismos, y si a todos les pasa lo mismo que a mí,a fuerza de suspirar por la patria los recuerdos se idealizan y llega a olvidarse uno de que hasta a la madre más abnegada puede olerle el aliento.
Y resulta que la tradición y la historia de España nos inspiran un sistema de valores que en varios aspectos es estrepitosamente erróneo. No he visto en ninguna parte que se reverencie el poder hasta el punto que aquí se hace; para la gente “adaptada”, esa clase media esnob y alérgica a la cultura, el poder es la verdad y la vida. La deidad suprema. Supongamos que usted trabaja en una corporación semi oficial donde le someten a un acoso –mobing- sistemático y drástico. Es muy posible que si usted decidiera rebelarse, sus propios allegados le dijeran “¿Cómo vas a enfrentarte a ellos? Siempre tendrán la de ganar”. Si la empresa que le contrata evidencia que está apropiándose de su dinero y robándole sus derechos, sus supuestos amigos le dirán: “No te conviene enfrentarte a ellos ni airear esas cosas”.
Por esta manera de proceder, por el clima social que obliga a guardarse las uñas, el lector se asombraría ante la inmensa cantidad de creadores y artistas estafados por sus empleadores que hay en España.
Pero es el que puede, puede. Los pobres que no tenemos poder,somos unos minguis sin derechos.

domingo, 16 de enero de 2011

¿QUE IDIOMA HABLAMOS?

Resulta exasperante el mal uso que se hace de nuestra lengua en los medios de información:

JORGE FERNÁNDEZ FUE UN ATÍPICO MÍSTER ESPAÑA, CUYA SIMPATÍA HA PROPICIADO QUE SE CONVIERTA EN UNO DE LOS PRESENTADORES ESTRELLA DE ANTENA 3.
Si tuvieran que haberlo promocionado los académicos, lo hubieran condenado a galeras. Su sintaxis es insoportable. Usa todos los verbos en condicional cuando quiere usar el presente.
Pero Jorge no parece tonto, y hasta revela cierta cultura general. Tal vez el problema sea que no se dan LECCIONES EFICIENTES DE CASTELLANO en las escuelaS NI EN LAS UNIVERSIDADES.

Da la impresión de que los profesores y catedráticos ignoran características esenciales de la lengua, porque la gente joven a la que han "instruido" (licenciados y doctores incluidos) cometen reiteradamente innumerables errores:
ACENTÚAN I después de U: ejemplo ruÍna
ABUSAN PLEONÁSTICAMENTE DE LAS PREPOSICIONES(ej. "Les presento A mengano, A fulano y A zutano -sobran las dos últimas A)
HAN DEJADO DE USAR CASI TODAS LAS COMPUESTAS (ej. malos ratos por MALRATOS, malos tratos por MALTRATOS)
HAN DEJADO DE USAR LAS CONTRACCIONES (ej. de el retiro, en vez DEL)
En general, las últimas generaciones están complicando y alargando incorrectamente su código de comunicación. Partiendo de la desenfocada aseveración de que "el inglés es más corto que el español", cometen pedanterías inaceptables: ej. Experimentado por EXPERTO. Han desechado por completo los superlativos; ya nada es rapidísimo, sino súper rápido… Todo código es mejor cuanto más sencillo y corto sea. La pésima enseñanza de la lengua española en las escuelas de España, ha complicado y alargado ineficiente y estúpidamente nuestro código, el idioma
Como sugerencia general a mis lectores:
LA PROSA ES MEJOR CUANTO MÁS BREVE Y CLARA

viernes, 14 de enero de 2011

MIS INTERESANTES BLOGS

Todos los dís subo interesante novedades a mis once blogs.
NOVELAS, CUENTOS, CANCIONES, ANÉCDOTAS, CURIOSIDADES...


LISTA DE MIS BLOGS
http://luis-melero.blogspot.com/
Panorámica de mis obras impresas.
http://luismeleroopiniones.blogspot.com/
Mis entrañas y sangre para opinar.
http://luismelerocuentos.blogspot.com/
Relatos, poemas, teatro, coplas, tv y demás
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jueves, 13 de enero de 2011

PORTUGAL, UN BARCO VERDE

Los amores nacen de modo imprevisible. El mío por Portugal nació del idioma. Había residido un tiempo en Brasil, donde llegó a darse el caso de tener que enseñar el carné para que creyesen que era extranjero. Me gustaba tanto la dulce música de la lengua, que cuando volví a vivir en España debía correr a Portugal cada dos por tres, para no olvidarla. Iba tanto, que me obligaba a cambiar de ruta y así fui descubriendo bahías cálidas, acogedoras, golosas de mariscadas y “sapateiras” preparadas, y montañas pobladas de titanes en Serra da Estrela, y monasterios con misteriosos monjes ansiosos de descubrimientos por Belmonte, y bosques encantados de elfos merendando bacalhau a bras por los aledaños de Viseu. Con el tiempo, me di cuenta de que Portugal es un barco verde, que proyecta la proa ibérica hacia legendarios océanos surcados por bandeirantes soñadores. En metáforas, como en aquel pasodoble, verde es el Tajo y rojo es el vino de O Porto. Pero sobre todo, hay un verde lorquiano que perfuma el aire desde Tras o Montes a San Vicente y desde el Miño a Vila Real de Santo Antonio. Un día, me pilló una tormenta de ésas que lanzan cataratas contra el parabrisas. Salía de Porto hacia Lisboa, pero tuve que abandonar la autovía y parar en un pueblo llamado Agulha, a esperar que escampase. Alguien me vio desde una ventana en el coche atormentado por el granizo, y afrontando el temporal, bajó a golpear la ventanilla, diciéndome “não fica aí sozinho, venha a beber un copo de vinho”. Era una familia joven, con dos hijos; con ellos disfruté una de las tardes más inolvidables de mi vida.

martes, 11 de enero de 2011

NO SÓLO ESTAFAN A ESCRITORES ESPAÑOLES

Desde Buenos Aires nos dice el escritor Oscar Puente:
“Amigos, soy un principiante en esto. Pero, a juzgar por la cantidad de concursos en que resulté finalista en la madre patria, y por ende fui tentado para participar en las consabidas antologías, debo ser muy bueno. Gracias. Si es por mí no me van a sacar ni un peso, euro o lo que sea.
Ah, me pasó no sólo aquí en Argentina, sino también en España, donde entiendo que casi todas las editoriales de Barcelona estafan hasta a don Miguel de Cervantes”.

lunes, 10 de enero de 2011

SOBRE LA CUESTIÓN VASCA

AHORA QUE ETA TRATA DE TENDERNOS OTRA VEZ LA TRAMPA,
VALE LA PENA RECORDAR UN ARTÍCULO ESCRITO HACE AÑOS:

Sobre la cuestión vasca


Durante los años vividos en la América hispana, observé por todas partes con angustia y desconcierto los efectos residuales de un fenómeno que, por las trazas, se dio en todo el continente antes, durante y después de la independencia: para exaltar a las masas, generar simpatías internacionales y conseguir adhesiones y medios, los poderes insurgentes tenían que criminalizar a la metrópoli, atribuyéndole las peores perversidades, porque era el único modo de obtener el respaldo mayoritario para unas tesis que muy pocas veces tenían otra textura ideológica que las mezquinas ambiciones personales y, en ocasiones, el resentimiento de los "libertadores".
De resultas de tales campañas, los españoles (no aquéllos, sino los actuales) somos caníbales, brutos y retrasados mentales en Argentina, ladrones en toda la ribera del Pacífico, sádicos en Venezuela y exterminadores en México.
A propósito, vale la pena recordar una anécdota que, creo, protagonizó Camilo José Cela: harto en el país azteca de que un guía le reprochara cuánto habíamos robado y masacrado los españoles, le preguntó: "¿Cómo se llama usted de apellido?", a lo que el guía respondió: "Rodríguez". Comentario del escritor: "Pues todas esas barbaridades que usted dice, las cometieron sus antepasados y no los míos, porque yo soy español, precisamente, porque mis tatarabuelos no vinieron aquí".
El poder propagandístico de la leyenda negra inducida llega hasta nuestros días.
Se da por cierto que la colonización española fue la más depredadora, pérfida y cruel de la historia, en vez de reconocer que todas las colonizaciones fueron iguales (y alguna, particularmente la inglesa, mucho más etnicista que la nuestra).
Tal poder continúa tan vigente, que muchos intelectuales españoles asumieron esa leyenda como dogma hace ya muchos años. Lo más pernicioso es que los periodistas españoles en general, y sobre todo los jóvenes (redondeada la infiltración de la deformadora mentira por los guionistas de Hollywood), la consideran una verdad incontrovertible sin plantearse dudas ni reflexionar, y así se percibe en el abordaje de las cuestiones americanas por la prensa española contemporánea un profundo sentimiento vergonzante de culpa, entre golpes de pecho "por lo canallas que fuimos".

El fenómeno se reinventa en Euskadi
América está llena de nombres vascos. Eran vascos, del Bidasoa, los astilleros donde se armaban los galeones del comercio con América y fueron vascos gran parte de los aventureros que cruzaron el Atlántico en busca de fortuna, lo que seguía ocurriendo en el siglo XX.
Yo les he visto antiespañolear activamente por doquier y he asistido en primerísima fila al envío de cuantiosos fondos desde una presidencia bancaria a Eta, en San Juan de Luz. En 1972 y sin chantaje.
Con tales antecedentes y con los tentáculos resultantes, seguramente es de América hispana de donde el nacionalismo vasco ha importado el diseño de su campaña de calumnias, que viene aplicando perseverante y eficazmente desde la instauración de la Democracia. "Calumnia, que algo queda", deben de pensar, y tanto queda, que ya se aprecian dos efectos muy sintomáticos:
A) Se manifiesta en los medios el hartazgo del pueblo llano de toda España, de manera que "vamos a darles lo que quieren... que allá ellos". Las llamadas al programa de María Teresa Campos y muchas cartas al director apuntan en tal sentido.
B) Son muchos más de lo que sería aceptable los periodistas que, basados en el espíritu de equidad, independencia y neutralidad que se enseña en la universidad, dicen ya que "hay que ser ecuánimes y tratar de entenderles". Lo hemos visto incluso en la comida de Primera Plana cuando asistió Pío Cabanillas. Muchos periodistas, sobre todo jóvenes (y generalmente los de menor solidez cultural, que son mayoría), han dejado de plantearse que no se puede ser neutral entre el ladrón y el tribunal que le juzga.
Tales actitudes no son sino los efectos que el terrorismo y el nacionalismo radical (y no sólo el radical) vienen procurando desde los delirios de Sabino Arana. Este personaje, tan próximo por fechas y por motivaciones a algunos "libertadores" de América, destiló resentimiento (y, por su biografía, frustración personal e indefinición erótica) en unos escritos que modernamente son la biblia del nacionalismo vasco, paridos cuando los vascos emigraban a Málaga para trabajar como criados.

El terrorismo y el racismo aranista
están consiguiendo lo que pretenden.
Encuentro tantos paralelismos entre el proceso hispanoamericano de los siglos XVIII y XIX y lo que se manifiesta ahora en Euskadi (y en menor medida en Cataluña), que supongo que no seré el único en advertirlo. De la inexistencia de menciones a estos paralelismos, deduzco que no es conveniente hablar ni escribir de ellos en público.
Los que buscan la segregación de Euskadi manejan una maquinaria propagandística formidable, constante y tesonera, desde hace muchos decenios. Lo que en épocas de menor libertad de expresión tenía poquísimas probabilidades de ser recibido como mensaje por la población, ahora se difunde con fluidez sin trabas, porque el periodista libre no ha sido educado para autocensurarse, de manera que reproduce sin críticas ni reflexión los mensajes propagandísticos de los segregacionistas. Así, se difunden ideas tan embusteras como:
El conflicto vasco. (Un "conflicto" exige de que haya dos partes enfrentadas y no únicamente una parte agresora de la otra).
Miembros legales de los comandos.
Hay otras soluciones que la policial. (La alusión peyorativa a lo policial soslaya el hecho de que la policía actúa por orden y al servicio del estado de derecho).
No nos entienden. (Esta referencia es tan elusiva y deliberadamente despistadora como las de todos los grupos religiosos que aluden a "misterios insondables" que los seres humanos no podemos comprender) .
Necesidad de diálogo (¿Para qué está el parlamento?).
Inevitabilidad de un proceso histórico que ya se comienza a percibir como imparable.
Lo malo es que estos mensajes, dirigidos a seducir a un público "pueblo llano" que, supuestamente, no reflexiona y los engulle como ruedas de molino, están siendo recogidos, digeridos y dinamizados por informadores profesionales. A pesar de esta evidencia, Arzalluz no para de calificar de "manipuladores" a todos los medios que no le jalean, con lo que niega y anula la mayor ante sus "clientes". Pese a que casi toda la prensa española sirve, aunque involuntaria e inconscientemente, los designios segregacionistas, éstos han logrado que los medios no independentistas sean considerados en Euskadi completamente increíbles.
Sin embargo, salvo los que sufren en carne viva los zarpazos del nacionalismo, todos los que escriben últimamente sobre la cuestión vasca parecen "robotizados" por los conceptos inoculados por la propaganda vasconacionalista. Una propaganda estudiada, organizada, meditada y puesta en funcionamiento orgánico, sin contrapartes detectables.

Necesidad de contrapropaganda
El examen más elemental de lo que viene ocurriendo en el País Vasco conduce a creer que se debe organizar un servicio inteligente de contrapropaganda.
Y da la impresión de que no existiera. Desde mi ingenuidad, supongo que será mentira lo que afirman Arzalluz y Anasagasti sobre el financiamiento de iniciativas ciudadanas (pero si fuera cierto, estaría muy bien hecho, aunque no sea suficiente).
Los estados formalmente más democráticos del mundo tienen sus servicios de propaganda más o menos secretos, y algunos muy secretos, sobre los que periodistas muy bien informados callan o hacen la vista gorda, para evitar alusiones a Goebbels y demás, porque es lícito proteger la democracia y el orden social con armas que a nadie perjudican aunque no sean transparentes.
Viendo que los periodistas, aunque de buena fe, se convierten en propagandistas de los designios de Arzalluz, Egibar y Otegui, conviene que exista algún ámbito (carente por completo de apariencia gubernamental), desde donde se difundan ideas que contrarresten tales designios.

Recursos contrapropagandísticos
Los lemas propagandísticos de estos independentistas no se pueden desarmar de frente. La descalificación frontal no obtendrá jamás resultado propagandístico. No se puede oponer la lógica al desatino creíble. No se puede explicar que "el conflicto norirlandés no tiene nada que ver con el problema vasco", porque mientras se entra en explicaciones, que son largas por exigencia intelectual, la credulidad antitética ya ha asumido la "verdad" contraria.
El pueblo llano tiende a creer con mayor facilidad al aparentemente débil que al que tiene el poder formal, el Gobierno. Para la masa no analista, el Gobierno lo puede todo y los demás, por brutos y desalmados que sean, siempre están en desventaja.
Por lo tanto, hace falta mucha sutileza para conseguir que se propaguen sin resistencia ideas neutralizadoras de las propuestas segregacionistas.
Creo que puede hacerse, aunque nunca desde algo que tenga apariencia de gubernamental ni institucional.
Conviene que los españoles (y sobre todo los vascos) dejen de creer que los vascos son superiores, desterrar ideas primarias e indocumentadas, como "no hay en el mundo puente colgante más elegante que el de Bilbao". Hay que difundir rápidamente la evidencia que defienden la antropología y los estudios modernos sobre el genoma, de que todos somos esencialmente iguales y convencer de que cuando un viejo padece demencia senil, como Arzalluz, aunque sea vasco es tan loco como cualquier loco en cualquier otro lugar.
Aparte de difundir contraargumentos, conviene desmontar el argumento convenciendo de la falta de crédito del argumentador:
Arzalluz dice locuras porque está loco (fácil de demostrar).
Arzalluz es un mentiroso compulsivo que miente con cinismo incluso, y sobre todo, a los vascos (facilísimo de documentar, p.ej. con el caso de la revista mexicana).
Anasagasti es veleidoso e inconsistente (muy fácil de demostrar).
Eguíbar tiene un coeficiente intelectual cercano a la subnormalidad (relativamente fácil de demostrar).
Ibarreche es débil y pusilánime (muy fácil de demostrar).
Otegui es una marioneta manejada desde las cloacas terroristas (facilísimo de demostrar).
Otegui es un terrorista confeso (documentado).
Actuar con ironía y con gracia es mucho más efectivo que hacerlo desde el dramatismo, aunque éste sea necesario además de inevitable. Sería de una efectividad demoledora emplear el humor, la ironía, el sarcasmo, la ridiculización y la caricatura para desmontar el entramado propagandístico independentista. (Cualquier observador puede constatar con cuánta efectividad usa Arzalluz
tales recursos ANTE SUS INCONDICIONALES).
Simultáneamente, habría que evitar el menor motivo al resentimiento colectivo de los vascos y al individual de estos personajes, con relación a la "institución" España.

Recursos legales
Da la impresión de que unas veces por oportunidadd sociológica y otras, por prestigio internacional, no se emplean todos los recursos legales de que dispone el Gobierno y que están claramente previstos en la Constitución. Supongo que ello está bien y es conveniente. Pero pudiera haber recursos legales nuevos que, usados con sutileza y con su sola existencia, ayudarían a desarmar la propaganda independentista. Cito un ejemplo:
Europa tendría que incluir entre sus principios el de que ningún territorio segregado de un estado miembro pueda acceder a la Unión Europea antes de transcurridos cien años desde la segregación. Naturalmente, se trata de una norma cuya aprobación no debería ser propuesta por Francia ni el Reino Unido ni, mucho menos, por España. Pero nuestro Gobierno debería ser capaz de convencer a un estado libre de sospecha, como, por ejemplo, Luxemburgo, de que la presentara en Estrasburgo.
Lo que creo que es suicida y muy malsano para la autoestima y el futuro común de los españoles es que las cosas sigan como van, sin contrarrestarlas. L.M.

sábado, 8 de enero de 2011

LA CULTURA ESPAÑOLA, PERSEGUIDA EN BARCELONA

Y no sólo porque el idioma español está prohibido...

Hace muchos años que la industria editorial Barcelona CONSPIRA CONTRA LA DIFUSIÓN MUNDIAL DE NUESTRA CULTURA:

a-Estafando MUCHOS MILLONES DE EUROS en el pago de los derechos de autor a los escritores.

2-Editando de modo atolondrado y torpe. Corrigen los textos personas (generalmente señoritas) que tienen prohibido usar el idioma español y por lo tanto no lo dominan

3-Las editoriales, buscando que no les reclamen el dinero que roban a los escritores, sólo quieren publicar a personajes que se dediquen a otra cosa. Por lo tanto, se impide el surgimiento de verdaderos ESCRITORES ESPAÑOLES`, porque no se puede escribir buena ficción dedicándose a ello a ratos por la noche.

4-Con su proceder, la industria editorial barcelonesa imposibilita e incluso IMPIDE la difusión mundial de nuestra literatura española.

5-Todos los premios literarias que se convocan en Barcelona son desleales y FRAUDULENTOS (increíble es que la Casa Real se involucre en uno de ellos), pues nunca se premia una obra sino un nombre y no precisamente literario, sino alguen de relieve social

ARTÍCULO PUBLICADO EN LA PRENSA DE MÁLAGA HACE VARIOS AÑOS.

Hay señas de identidad malagueña fundamentales, que la generación actual ha desdeñado por ignorancia y, a veces, por intencionalidad política también ignorante

EL obispo de Málaga ha dejado oír un lamento por lo poco que recordamos a los patronos de la ciudad, los Martiricos. Ese día, 18 de junio, no disfrutábamos la fiesta más telúrica y ancestral de Málaga, extirpada hace unos años del calendario.

Me apresuro a aclarar que no considero este asunto una cuestión exclusivamente religiosa. La experiencia en otros lares y en varios continentes da para asegurar que pueblo que da la espalda a su memoria y a sus esencias, pueblo que se la pega contra los acantilados del tiempo.

Si uno fuera supersticioso, cosa que no es aunque meigas haberlas haylas, tendería a creer que a los malagueños se nos metió el bajío hace exactamente ciento dieciocho años. Esa fecha, 1887, alguien (o álguienes) consideró que el cuarto centenario de la toma de Málaga por los Reyes Católicos era una buena ocasión para desterrar de nuestros usos y costumbres la tradición más antigua y sólida de toda Andalucía, la única que de verdad había sobrevivido a la dominación musulmana sin altibajos. Ese alguien, o álguienes, aceptó como válido y como única verdad el exabrupto de Guillén Robles (un historiador poco riguroso que, sin embargo, goza entre nosotros de veneración inmerecida), que con una interpretación errónea del himno que cantaban los trescientos cristianos malagueños cuando llegaron Fernando e Isabel, afirmó con rotundidad que Ciriaco y Paula eran ¿tunecinos!

La Iglesia se apresuró a desmentirlo, pero él se quedó tan campante. Lamentablemente, el efecto de su afirmación fue como el de la penicilina. Pervivieron los anticuerpos antimartiricos y cierta sociedad malagueña no muy consciente de lo que hacía decidió borrar 16 siglos de tradición, 1.600 años de historia. Empezaron por descafeinar la que había sido desde 1507 la fiesta mayor de Málaga, para convertirse pronto, y durante casi tres siglos, en la feria más famosa de España y por ello es por lo que se bailan malagueñas en varias regiones, como Murcia y Canarias, y también al otro lado del Atlántico, en Cuba, Venezuela y México. Y acabaron por descafeinarla del todo inventándose unos festejos de agosto que ya vemos a cuán altas cotas de originalidad, influencia malagueña y difusión internacional han conducido.

Más adelante, fueron borrando referencias a los Martiricos, de modo que modernamente, hay inclusive articulistas famosos que ignoran que nuestros patronos, los únicos patronos -no depuestos- de la ciudad de Málaga, son los santos Ciriaco y Paula.

Como uno no es supersticioso, no cree que tuviera nada que ver con el desdén hacia nuestros lares que, inmediatamente después del exabrupto, la filoxera se comiera la mitad de la economía malagueña; que las acererías de Heredia, una vez arrasados todos nuestros bosques, se fueran a pique; que las holandas de los Larios fueran desterradas de los mercados por los chicos del Llobregat; que viniera la riá de 1907. Y ¿para qué seguir? Como uno es racionalista y considera inapropiado dejarse impresionar por tantas coincidencias, acepta que tal vez se trate de un malbajío puramente racional y unos duendes con corbata de ejecutivos de gran almacén.

Según aquel himno que heroicamente conservaron los trescientos cristianos que sobrevivían en la Málaga musulmana en 1487, y según sus tradiciones orales, los Martiricos fueron lapidados y luego quemados en la confluencia del Guadalmedina con el Arroyo de los Ángeles. De ahí que el parque vecino se denomine «Martiricos». Según el mismo himno, fue en 303 (cuando ya existía un obispado en Málaga, mucho antes de que Granada, nuestra capital eclesiástica, fuese fundada) o 305 cuando esos hermosos jóvenes llamados Ciriaco y Paula decidieron desobedecer a un tal Silvano, negándose a adorar a Juno para persistir cabezonamente arrodillándose ante la cruz.

Diecisiete siglos justitos y cabales. Mil setecientos años de la más vieja y persistente tradición de toda Andalucía. Diecisiete siglos que hubieran debido valer para un año de conmemoración, de celebraciones, de inauguraciones y de fastos, que habrían podido traer a la ciudad muchos más beneficios que ciertos proyectos inverosímiles.

Pero es que alguien «desaparició» oficialmente la fiesta hace algunos años. Y tal como vemos el devenir de las cosas, y a pesar de que Ciriabo y Paula siguen figurando sobre una almena de Gibralfaro en nuestro escudo oficial, parece que alguien los hubiera despeñados de lo alto de la torre.

viernes, 7 de enero de 2011

¿EL MINISTERIO DE INDUSTRIA AMPARA A LAS EDITORIALES CATALANAS DEFRAUDADORAS?

Dice el refrán que “quien no llora, no mama”.
Es un refrán que la mayoría de editoriales catalanas se saben muy bien, a pesar de la prohibición de hablar español.
Siempre se están lamentando. Dificultades sin cuento, “tengo que plantearme cerrar la editorial”, etc. Etc., Lamentos con el que engañan al lucero del alba, mientras algunas editoras que yo conozco se dan la vida padre en los paisajes más exóticos del mundo, acompañadas por séquitos un tanto llamativos. Pero tan bien engañan al Ministerio de Industria, que el año pasado recibieron un regalo de 12 millones de euros. Lo malo, es que mirando sus liquidaciones superficialmente, engañan también a abogados y hasta a algunos jueces, a los que mi editora, casada con una especie de Ciudadano Kane de mala muerte, dice tener cogidos en un puño.
Pero esas editoras quejicas y defraudadoras, se jactan de contribuir al PIB español con 1,2%., Con los que no contribuyen es con nosotros, los autores, pues se quedan con nuestro dinero mediante el truco más chapucero que he visto en mi vida. He publicado 16 ediciones de libros en los últimos cuatro años, y estoy viviendo de préstamos y la caridad. ¿La edición española es fuerte o es fuerte la estafa?

martes, 4 de enero de 2011

ME SENTARÉ EN LA CALLE EL LUNES PRÓXIMO, 10 DE ENERO DE 2010

TRAS DEMANDAR AYUDA AL GOBIERNO, EL MINISTERIO DE INDUSTRIA,EL DEFENSOR DEL PUEBLO, LA GENERALITAT, LAS CORTES, LA POLICÍA Y LA JUSTICIA... NADIE ME AYUDA A COBRAR MIS DERECHOS ÍNTEGROS, PUES PARECE QUE LAS EDITORIALES TIENEN PATENTE DE CORSO.

sábado, 1 de enero de 2011

Me llamo Luis Melero

He publicado los siguientes libros:
Cal viva, Málaga del Pedro a la pedrá, El cuarto segmento, El espejo líquido,
Oro entre brumas, La desbandá, Colón el impostor, Los pergaminos cátaros,
Cátaros la libertad aniquilada, Indianos, El ocaso de los druidas.

La editorial de mis 4 últimas novelas, Roca Editorial, me contrató por un 10% de derechos, pero me paga sólo el 3,5%, habiéndome defraudado más de 100.000 euros en 6 años.
Mientras yo, solo y con 500 e de pensión, paso enormes necesidades, porque estoy muy enfermo...

DADA LA PRECARIEDAD DE MIS MEDIOS, HE REALIZADO TODAS LAS GESTIONES QUE HE PODIDO:
Ni el gobierno, ni la generalitat, ni la policía, ni las Cortes ni la justicia me ayudan a cobrar
.

Necesito algún trabajo que pudiera hacer siendo jubilado, una colaboración con la que redondear ingresos que me permitan vivir razonablemente.



Esta es BLANCA ROSA ROCA ASENCIO, la culpable de la tragedia que es mi vida actual.


Aquí les ofrezco un relato, cuya inspiración me llegó una noche, mientra velaba penosamente en un aparcamiento de Renfe, en 2001.
EL COCHE DEL ITALIANO
El italiano acudía a intervalos irregulares a la taquilla del parking de la estación, donde generalmente pagaba alrededor de cien euros y siempre dejaba una propina de diez. Su coche tenía algo especial, distinto a todos los que Pablo había visto antes del mismo modelo, aunque por mucho que se esforzaba no conseguía precisar en qué consistía la diferencia. Se trataba más de un pálpito que de una certeza, porque lo que contemplaba era verdaderamente un Ferrari 612 Scaglietti, cuya trompa evocaba un mero azul lustroso que estuviera a punto de engullir un hipocampo. Pero cuando lo veía pasar la barrera de entrada, reflejando las hileras de luces en el capó como un espejo, se decía que algo en la carrocería no era como tenía que ser.
También el italiano era especial, no porque dejara el coche cinco o seis días inmóvil, permaneciendo el lustroso Ferrari casi siempre en el mismo lugar, al otro lado de la caseta de los cuadros eléctricos, oculto del todo o asomando la trompa apenas unos centímetros. Lo que a Pablo le desconcertaba no eran las reapariciones inesperadas ni su generosidad, tan insólita, sino sus maneras y sus compañías. Era amable y educado, pero de un modo turbador porque sus gestos ligeramente afectados daban la impresión de enmascarar un autoritarismo implacable. Le daba las propinas con sonrisas cómplices, pero Pablo veía displicencia tras las sonrisas, que disimulaban en realidad el desdén que sentía por el trabajador obligado a permanecer confinado nueve horas en la cabina. Y también los acompañantes le inspiraban preguntas: Culturistas que parecían clonados, anchos y demasiado seriamente vestidos, mientras que el italiano usaba ropa informal y un poco extravagante. Los pasajeros de trenes de largo recorrido tenían derecho a uno o dos días de parking gratis si habían viajado en cualquier categoría superior a “preferente”, y sin embargo el italiano nunca presentaba un billete para reclamar ese derecho. Pablo caviló que si de veras viajaba en tren durante sus ausencias, tal vez no podía permitirse pagar billetes de preferente para cuatro o cinco, y viajaría él también en clase turista porque prefería permanecer con los titanes clónicos.

La primera vez que vio al grupo consideró que se trataba de un capo mafioso con sus guardaespaldas, pero conforme pasaban las semanas iba desechando la idea, porque los jóvenes –tres o cuatro, pero siempre sospechosamente iguales-, mientras los veía acercarse a la cabina recibían de su jefe un trato campechano y cordial, lo que no podía encajar con la imagen que difundían las películas de esa clase de jefes siniestros y despiadados; sobre todo, la última de su idolatrada Palmira, donde la bellísima cantante de sus ensoñaciones permanecía secuestrada por la mafia la mayor parte del metraje, recibiendo un trato cruel que a Pablo le provocaba saltar de la butaca hacia la pantalla para castigar a los maltratadores.
Dotado de buen oído, conseguía aprender frases sueltas en muchos de los idiomas de quienes se acercaban a la ventanilla. El día que saludó “buona sera” al italiano, éste sonrió con júbilo, agitó la mano como si quisiera estrechársela a través del cristal y dejó veinte euros de propina en vez de diez. A partir de entonces, Pablo aprendió más frases: “tutto bene?”, “arrivederci”, “piacere di rivederlo”, no por la propina –aunque también-, sino porque su inquietud no se desvanecía, y aumentaba su convicción de que le convenía caer simpático a ese italiano temible. Le torturaba imaginar que un día descubriera un arañazo o un abollamiento en la siempre reluciente carrocería del Ferrari; ¿cuál podía ser su reacción? Aunque el sitio donde lo dejaba no resultara visible desde la cabina, ¿no culparía en primera instancia al empleado, no le responsabilizaría a él de lo que le haría tronar de indignación?

El misterio aumentó de súbito cuando a Pablo le tocó el turno de noche por primera vez desde que tenía ese empleo, turnos que eran rotatorios y distintos para cada empleado todos los meses en secuencias que se completaban cada cuatro.
Llevaba casi desde el principio examinando con prevención el Ferrari azul, mientras hacía esfuerzos obsesivos por descubrir qué era lo que tenía de diferente. No identificaba nada en la carrocería ni en los anagramas, ni en las lunas, que lo distinguiera de los demás Ferraris 612 Scaglietti. Nada. Sólo un halo enigmático que no conseguía descifrar, mientras se preguntaba si estaría derivando hacia el coche la honda inquietud que el propietario le inspiraba. Por controles que exigía la policía, había que anotar de madrugada las matrículas, modelos y colores de los vehículos que pernoctaban en el parking, anotación que debía enviar por fax a primera hora de la mañana. La primera noche, pasó mucho miedo –tal como sus compañeros más veteranos le habían predicho-, recorriendo el extenso parking, desierto pero con vecindades muy peligrosas y donde no era raro que los empleados sufrieran insultos y agresiones. Ese miedo se combinaba con una expectación inexplicable ante la idea de que tendría que acercarse al coche del italiano; trató de mitigar su inquietud encajándose los auriculares del compact, donde la voz de Palmira era como un bálsamo. Cuando estaba a punto de llegar al Ferrari, reflexionó para tranquilizarse: Puesto que ese coche pernoctaba con tanta frecuencia en el parking y su matrícula había sido enviada innumerables veces a la policía, el italiano debía estar dentro de las leyes; no podía ser delincuente ni jefe de la mafia .
Ya de vuelta a la cabina, tuvo un estremecimiento cuando revivió el momento en que había pasado junto al brillante coche azul, porque sólo conseguía evocarlo con vaguedad. Recordaba nítidamente el recorrido a través del parking, con la carpeta en una mano y el bolígrafo en la otra; hasta podía rememorar ciertas secuencias: Había anotado un Honda CRV vino tinto después de un Mercedes CL65 plateado, un Citroen Xsara Picasso rojo tras un Toyota Highlander negro y un Mazda RX8 a continuación de un Jaguar XK gris. Pero no recordaba el coche anterior al Ferrari ni el posterior y la imagen del coche del italiano aparecía en su recuerdo confusa y evanescente, igual a lo que vio con pavor que estaba ocurriendo con la anotación: Las veces que miró el número de matrícula, el orden de las cuatro cifras variaba, lo mismo que el de las tres letras. La cuarta vez, decidió anotarlos en dos papeles distintos. Volvió a examinarlos unos minutos más tarde, pero las dos anotaciones coincidían. Sin embargo, tenía la ácida convicción de haber leído y escrito frente al coche una secuencia que no era la misma que ahora veía escrita en los dos papeles.

Este recuerdo le dificultó conciliar el sueño cuando se acostó a las nueve y media de la mañana. Su madre trajinaba por la cocina con su obstinada manía de orden y limpieza, y en la calle había niños jugando entre risas y gritos, porque era sábado, pero fue la idea de que los números habían danzado por el papel lo que le desveló varias horas, hasta que la voz de Palmira en los auriculares fue serenándole y conduciéndolo a un paraíso donde ella era placer y consuelo.
Abordó su segunda noche en el parking somnoliento y con talante lóbrego. Cuando oyó la alarma la primera vez, tuvo un sobresalto que le hizo suponer que había dado una cabezada –lo que estaba rigurosamente prohibido-, porque rebotó en el asiento y el compact con el disco de Palmira cayó al suelo. Corrió hacia donde sonaba la alarma y resultó ser la del Ferrari; aminoró la carrera al acercarse; no apreció nada extraño ni merodeaba nadie, al menos que él pudiera ver; extrañamente, el estridente pitido cesó mientras se aproximaba. Confuso, regresó hacia la cabina preguntándose si la alarma había sonado de veras o lo habría soñado. Pero en seguida volvió dispararse; corrió hacia el Ferrari y de nuevo se extinguió el sonido cuando iba a tocar el metal pintado de azul. Se encerró en la cabina con el ánimo cada vez más sombrío; si habían tratado de robar el coche y quedaban marcas del intento, el italiano iba a tronar de indignación. La tercera vez que aulló la alarma no corrió; decidió acercarse sigilosamente y dando un rodeo por detrás de los coches aparcados al otro lado de la caseta del cuadro eléctrico. Lo que descubrió acabó de conmocionarle: Las dos portezuelas estaban abiertas. Despavorido, corrió sin resuello hasta la cabina y llamó a la policía. Tenía que consignar el incidente en el parte donde se registraban los sucesos de la noche y comenzó a hacerlo con nerviosismo, de tal modo que apenas era capaz de leer su propia letra; por ello, postergó la anotación hasta ver qué decían los policías. Cuando éstos se marcharon con expresión de fastidio, tras comprobar que las puertas del Ferrari estaban correctamente cerradas y no había rastros de violencia, se preguntó qué iba a anotar en el parte; no podía soslayar el suceso, porque los agentes también escribirían un parte cuya copia enviarían a la dirección de la empresa. ¿Pero iba a tener que reconocer que había sufrido una alucinación?

Tenía ojeras oscuras cuando abordó su tercera noche de servicio, ya que durante el día apenas había pegado ojo. Era domingo, por lo que a partir de medianoche sólo ocasionalmente se acercaba alguien a la taquilla; escuchó una y otra vez las canciones del nuevo disco de Palmira para no amodorrarse. A las tres de la mañana, emprendió la anotación de matrículas con los auriculares encajados, el volumen del compact al máximo y ánimo macabro. Pero no sintió la angustia de las dos primeras noches al acercarse al Ferrari y supuso que se debía a que el cansancio le había relajado. Anotó la matrícula como cualquier otra y continuó hacia el fondo del parking, mas con la sensación de que no estaba solo; según avanzaba parking adelante, aumentaba el convencimiento de que había alguien más. Llegó a sentir la presencia con tanta fuerza aunque no consiguiera ver ni una sombra, que volvió a la cabina apresuradamente y se encerró. Meditó sobre si podía dejar a medias el control de matrículas; sólo llevaba un poco más de tres meses en ese empleo y aún debían de estar evaluándole, por lo que no le convenía cometer un fallo tan garrafal. Reunió coraje para terminar el recorrido tras dos horas y media de argumentación contra sus propios impulsos, escuchando ya por enésima vez el disco de Palmira hasta el punto de tararear los estribillos sin darse cuenta y, por fin, avanzó resueltamente parking adelante, resolución que se desmoronó como si le hubieran dado un mazazo en la cabeza: El Ferrari se encontraba estacionado dos puestos más allá de donde estuviera hacia menos de tres horas. Con pánico, pasó los dedos por el capó para descubrir que estaba caliente; el motor había estado en marcha hacía unos instantes. Se encerró en la cabina temblando y, tras muchas dudas, resolvió no llamar a la policía; anotó en el parte que una indisposición le impedía completar el control de las matrículas. Cruzó los dedos para que el incumplimiento no le acarrease una reprimenda.

La cuarta era la última noche antes de disfrutar sus dos jornadas de descanso. Llegó a la cabina como quien es conducido a la horca. Sentía el impulso de mandarlo todo al cuerno, abandonar la guardia sin avisar al encargado y dar por perdido el empleo, porque el enigma del coche del italiano se había convertido en un problema que ya no se sentía capaz de resolver. Dedicó la primera hora de vela a la busca de argumentos con que reprimir ese impulso, porque no estaba la situación en su casa como para quedarse sin empleo. Mas cuando llegó la hora del control de matrículas todos los resortes de su cuerpo estaban exigiéndole huir, negarse a seguir sufriendo esa tortura durante tantas noches que aún le quedaban de guardia durante el resto del mes.
A las tres de la madrugada, emprendió la anotación de las matrículas con el sueño ilusorio de que iba a ser la última vez; un prodigio estaba a punto de ocurrir que le redimiría de esa zozobra inaguantable. Hasta podía suceder que Palmira pasara por la estación en el momento más inesperado, porque había leído en una revista que le faltaba poco para terminar la película que estaba interpretando en unos estudios de la ciudad. Las luces fluorescentes componían alineamientos que parecían prolongarse hasta el infinito, como si estuviera obligado a recorrer distancias que superaban todas las capacidades humanas, y aunque era primavera, un escalofrío le recorría la espalda mezclado con hilillos de sudor helado.
Se acercó al Ferrari con humor tétrico; una calima de angustia nublaba sus ojos y le costó gran esfuerzo anotar los números que siempre parecían ser diferentes y que, por ello, aún no era capaz de recordar, contrariamente a la mayoría de los coches que pernoctaban con asiduidad en el parking, cuyas matrículas anotaba ya de memoria. El escalofrío se multiplicó por mil cuando escuchó la voz. Un rumor ininteligible provenía del interior del coche; con el pulso acelerado y voz rota, preguntó:
-¿Hay alguien ahí dentro?
El murmullo cesó. Sobrecogido, rozó el maletero con la yema de los dedos, instante en que el murmullo recomenzó. Sus temores estaban justificados; el italiano era un mafioso cruel que había raptado a alguien escondiéndolo en el maletero amordazado, maniatado y seguramente drogado; tal vez llevaba prisionero los tres o cuatro días transcurridos desde la última vez que usaron el Ferrari; lo habrían abandonado creyendo que estaba muerto, a la espera de encontrar el medio más idóneo de deshacerse del cadáver. Mientras llamaba a la policía su voz era casi un estertor. Tras las comprobaciones, y en el momento de despedirse, el mayor de los dos agentes le dijo con expresión hosca y tono muy desagradable:
-En ese maletero no hay ningún secuestrado ni niño muerto, joder, que estás paranoico perdido. Lo de anteanoche, pase. Pero que hayas vuelto a fastidiarnos esta noche, ya pasa de castaño oscuro. Ni se te ocurra volver a llamarnos como no sea con unos cuantos cadáveres sangrando en medio del parking, ¡coño!

A las nueve y media de la mañana, Pablo comprendió que no conseguiría dormir.
El italiano llevaba más de cuatro días sin sacar el coche, así que según sus cuentas era probable que lo retirase ese martes. Improvisó una excusa para visitar el parking en jornada de descanso: Deseaba acabar de aprender a reparar los cajeros automáticos, cosa que aún no dominaba del todo, pues le resultaría muy útil si cualquiera de las noches de guardia uno de los cajeros dejaba de funcionar. El compañero que permanecía de turno no mostró extrañeza y el encargado le gastó una broma sarcástica sobre la llamada a la policía. Pablo revisó con parsimonia los automatismos, hasta que el italiano llegó con su escolta habitual. Antes de que ellos tuvieran tiempo de irse, se puso al volante de su anticuado Seat Panda y lo mantuvo a ralentí hasta que vio salir el resplandeciente vehículo azul. Afortunadamente, el tráfico discurría a esa hora con lentitud, porque de otro modo no habría tenido ninguna oportunidad persiguiendo a un Ferrari con su agónica y abollada tartana. Conducía el italiano, no un clónico, y sorprendentemente entró en otro parking, uno muy céntrico ubicado junto a los hoteles más lujosos de la ciudad. Pablo siguió tras ellos con cautela. Aparcaron el coche y salieron del parking por la escalera peatonal, que Pablo subió a la carrera tratando de no perderlos de vista; saltó en el último tramo con precipitación torpe, lo que estuvo a punto de hacerle tropezar con uno de los hércules. Pudo recomponerse y seguir adelante aparentando naturalidad, mientras se preguntaba si el personaje se habría separado del grupo justamente porque habían detectado la persecución. Pero el sujeto no le miró a él en particular, sino que parecía querer abarcar cuanto ocurría en los alrededores, mientras los demás se dirigían hacia uno de los hoteles.
Yendo tras ellos, Pablo examinó al portero uniformado; a continuación dio una ojeada a su atuendo: Un chándal, cuyo pantalón presentaba una mancha junto a la rodilla izquierda. El remilgado empleado vestido de librea no le permitiría entrar en el lujoso hall del hotel. No había cerca ninguna cafetería desde donde acechar la reaparición del italiano y su corte, de manera que se apostó en una esquina sin perder de vista la pomposa entrada. Durante las tres horas siguientes el grupo no volvió a salir. Estaba seguro de ello. El cansancio, tras la noche de vela, comenzó a producir efecto y apenas podía mantener los ojos abiertos, por lo que decidió terminar por ese día el espionaje e irse a dormir. Volvió al parking y se preguntó por el forzudo que permaneciera de guardia, a quien no había visto acercarse al hotel. Una vez que pagó el tique y fue en busca del Seat Panda, descubrió con enojo que el Ferrari había desaparecido. Se dio una palmada en la frente. Había sido un estúpido. La clave no era el italiano, sino su coche. Debería haber vigilado el Ferrari y no al conductor, porque era el coche el objeto del trapicheo que se trajeran. Al día siguiente, ni siquiera iría al parking de la estación. Se apostaría en éste, acecharía la llegada del grupo y permanecería junto al Ferrari para ver quién lo retiraba, porque parecía obvio que serían otras personas quienes lo hicieran. Las mafias de altos vuelos funcionaba con intrincadas claves propias.

En cuanto despertó, se dirigió al parking del centro provisto de su indispensable compact con los cinco discos y una bolsa de plástico con dos bocadillos y un refresco, porque suponía que tendría que esperar mucho. Había dormido mal, lo que hacía que fuese inaplazable librarse de esa inquietud que ya duraba demasiado tiempo. Se acomodó en un rincón cerca del espacio ocupado por el Ferrari la tarde anterior, donde espiar sin ser visto. Sentado con las piernas flexionadas y con la espalda apoyada en un pilar de áspero cemento, aguardó las horas suficientes como para sentir calambres en las nalgas, hastío y un fuerte impulso de abandonar. Comenzaba a dar cabezadas, distraído con las canciones en los auriculares, cuando advirtió que el Ferrari azul había sido aparcado ya; fue el movimiento de pasos lo que le sacó del ensimismamiento. Bajo la carrocería del Jeep Grand Cherokee tras el que se ocultaba, contó tres pares de piernas con los trajes oscuros de mafiosos y las del italiano, embutidas en un carísimo vaquero de apariencia raída, bajo el que asomaban botas de cocodrilo con medio tacón. Pero dejó de prestar atención al grupo a causa de lo que estaba ocurriendo en los bajos del Ferrari; vista de perfil, la chapa de la matrícula se había recogido hacia arriba, apareciendo en seguida de nuevo. Distraído con la pregunta de qué podía significar ese movimiento, no advirtió al instante que otro par de pantalones mafiosos descendían del coche y se aproximaba hacia el punto donde se encontraba. En tensión, forzó las piernas y se encogió más aún de lo que estaba. Pareció que el sujeto no le había descubierto, sino que estaba, simplemente, dando una ojeada; esto acrecentó la ansiedad de Pablo. Si trataba de descubrir la presencia de intrusos sería porque –de acuerdo con sus peores intuiciones- el grupo tenía mucho que ocultar. Iba a ser muy poco bienvenido si le descubrían. Fue echándose a un lado hasta quedar tendido en el suelo y, a continuación, se arrastró hasta quedar bajo el Jeep. Por el sonido de sus pasos, comprobó que el sujeto se marchaba también, intuyó que para apostarse junto a la entrada de peatones. Con cuidado por si quedaba alguien vigilando, cambió de puesto de observación; donde estaba, había podido ver sólo pies más el extraño movimiento de la matrícula; necesitaba comprobar quién retiraba el Ferrari.
No tuvo que esperar mucho. Unos veinte minutos más tarde, tres hombres vestidos como los que acompañaban al italiano, o tal vez los mismos –era incapaz de diferenciarlos, tan semejantes parecían-, se aproximaron al Ferrari, precediendo a una mujer alta con zapatos de tacones vertiginosos. Desde el primer instante, percibió que ella poseía algo reconocible tras sus grandes gafas de sol, un aire que le resultaba familiar. Pablo miró de nuevo con fascinación el movimiento ascendente y descendente de la matrícula, que cambió a una nueva combinación de letras y números; obviamente, la trompa tenía que haber sido modificada para albergar ese mecanismo. Absorto en la pregunta del porqué de los números mutantes, no advirtió que le habían cazado. Uno de los guardaespaldas clónicos le agarró por la espalda y le obligó a alzarse. Pablo no intentó siquiera escabullirse.
-¿Lleva cámaras? –preguntó otro de los clones.
-Creo que no.
-Mételo en el coche, para que lo cacheemos. A lo mejor lleva una de esas miniaturas que usan en la televisión para los programas de cámara oculta.
Mientras era obligado a embutirse en el asiento trasero entre las dos moles encorbatadas que le palparon todo el cuerpo, la mujer se puso al volante. El que le había descubierto ocupó el asiento del copiloto y, volviéndose hacia él, le dijo con severidad:
-Estoy seguro de que te he visto antes. ¿Para quién trabajas?
Pablo se encogió de hombros. No comprendía la pregunta; si le reconocía, sería porque le habría visto numerosas veces en su cabina. No quiso darle pistas, porque un traspiés podía perder que perdiera el empleo. Su situación era muy negra, porque la mujer había puesto el coche en marcha. El hermoso y delicado medio perfil visto desde atrás reforzaba su sensación de reconocerla, pero parecía muy contrariada. ¿Qué pensarían hacerle? De improviso, al salir el coche a la luz diurna, el copiloto exclamó:
-¡Es el cobrador del parking de la estación!
-¿Este chico es el mismo que nos obligó tantas veces, la semana pasada, a echar a correr para que no nos descubriera? –preguntó la mujer
-¡Claro que sí! –afirmó el copiloto, dándose una palmada en la frente-. Todas las carreras que nos ha obligado a dar de madrugada este cabrón, cada vez que te apetecía conducir e ir a tomar algo, y tratábamos de sacar el Ferrari por la salida del fondo, sin que se diera cuenta de quién eres, para que no avisara a los periodistas... Y la comedia que teníamos que montar para distraerle uno de nosotros, fingiendo pagar el tique de otro coche... Mamonazo...
-No le insultes, Dany..-la voz de la mujer tenía una musicalidad que aceleró el pulso de Pablo- ¿Por qué me espiabas? –lo miró a través del retrovisor. -¿Alguien te...
Le interrumpió una voz metálica que emergía del salpicadero: “El camino más despejado hacia el estudio de grabación... primer cruce a la derecha...”
Pablo reconoció en la voz robótica del GPS el murmullo que le había hecho creer que había un secuestrado en el maletero, puesta en funcionamiento accidentalmente por su acercamiento al Ferrari.
-¿Lleva cámara, micrófonos o algo... como para una exclusiva de revista? –preguntó ella
-No. Solamente es un fan tuyo bastante maniático. Lo que lleva es un compact y tus cinco discos... Siempre que vamos a pagar con tu manager, Giorgio, y se quita los auriculares, notamos que suenan tus canciones en el compact...
Con el corazón a punto de paralizársele, Pablo comprendió que quien conducía el Ferrari, y quien había tratado varias veces de conducirlo de madrugada sin ser descubierta, era su adorada Palmira. Perdió el miedo y se dejó arrebatar por el júbilo.
Para mal o para bien, estaba a medio metro de ella y a lo mejor hasta conseguía estrecharle la mano.