lunes, 8 de noviembre de 2010

BIOGRAFÍA DE LUIS MELERO PARA NO DORMIR

REGRESÉ DE UN LARGO PERIPLO AMERICANO, DESEOSO DE VOLVER A MÁLAGA, PERO ALLÍ ME TRATARON DE MODO ABOMINABLE, PORQUE COMO PERIODISTA HACIA USO DE MI LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Como todavía conservaba mi vitalidad, en Madrid me puse en marcha trabajando de free.lance en publicidad, y a los dos o tres años monté un estudio de diseño publicitario con el que trabajé muy bien hasta 1992. Cobraba por diseños de envase para Continente, Renault, Saachi & Saachi y otras a razón de (+-) 75.000 pesetas el diseño. La irrupción en 1992 de McIntosh produjo el efecto siguiente: decían enseñar “diseño” cuando lo que enseñaban era a usar la máquina. Pero un montón de adolescentes, trabajando en su dormitorio, empezaron a ofrecer “diseños” a 10.000. Presentándolos “impresos a color”, epataban a clientes ignorantes. Nos quedamos sin trabajo los 23 estudios de diseño principales de Madrid.

Yo decidí aguantar. Me compré un equipo McIntosh por un millón y medio de pesetas. El día siguiente a la compra salió un anuncio en El País donde MC ofrecía el mismo equipo por seiscientas mil pesetas. A trancas y barrancas, aprendí a usar el “free-hand” y “QuarX”. Pero me enfrentaba con el siguiente problema: yo tenía una infraestructura costosa, con cinco empleados, pero tenía que competir con aprendices sin talento pero sin gastos, abaratando mis precios. Fui aguantando con las reservas que tenía, hasta que en 1995 dejé de poder seguir. Eso si, pagué todas las cuentas y liquidaciones laborales y me fui a Málaga sin nada.

Dos años antes, Antonio Romero (un diputado del PC) me llamó para invitarme a comer en el restaurante de Las Cortes, porque había quedado muy impresionado con la lectura de “Cal viva”. Ese año, parecía que Romero iba a ser alcalde. Durante meses y muchas comidas en el mismo sitio, no paró de decirme que me necesitaba en Málaga, que Málaga me necesitaba y que yo tenía que ayudar a “sacar Málaga adelante”.

Cuando resultó que la alcaldesa fue la impresentable Celia, Romero me dijo que no me preocupase, que iba a conseguir que algún organismo me financiara un proyecto de industria de artesanía que yo le había descrito. Durante año y medio, pasé haciendo antesalas en los despachos oficiales de Málaga… sin ningún resultado. Cuando con el último suspiro de energía que me quedaba monté una tienda de artesanía en Benalmádena, no tenía absolutamente nada. Durante los tres meses siguientes, allí no se vendía un pimiento y comencé a experimentar la vida de mendigo. Como todavía trabajaba con Mc, falsifiqué recetas e intenté el suicidio con cuatro cajas de Valium 10. Estuve seis días en coma pero mi familia ni siquiera llamó al médico. Mi hermana la mayor decía que yo fingía. Entre tanto, un sobrino mío que me había avalado la compra de un Clio, indispensable para llevar adelante el negocio; como llevaba dos o tres meses sin pagar, me amenazó de modo irreproducible. Ante mi insistencia en que no podía pagar “por ahora”, su respuesta fue: “sal y roba”.

Pocos días más tarde, salí a buscar un sitio desde donde arrojarme. Encontré el lugar, un edificio de 9 plantas a la derecha, entrando a Puerto Marina. Tenía un gran espacio diáfano al que se podía acceder. Permanecí casi una hora asomado a la balaustrada del noveno. Da mucho miedo la altura si intentas tirarte.

Por mi cobardía, regresé, cogí mis bártulos, llamé a un antiguo amigo de Madrid y me fui alli. No sé cómo pude llegar. Este amigo me acogió en un rincón de su oficina y cinco meses más tarde conseguí trabajo de guionista con Pepe Navarro. Desgraciadamente, a los dos meses Pedro J. Ramírez se cargó el programa y me quedé en la calle.Unos meses más tarde, todavía conseguí trabajo con Carlos Herrera, pero en un programa bastante malo que sólo duró 3 meses. Intenté toda clase de empleos, inclusive conserje y cosas semejantes, pero a mi edad se es un muerto civil.

Publiqué seis libros casi consecutivamente (totalizando 11 en mi vida literaria), de los que se han vendido unas 14 ediciones a razón de 6.000 ejemplares por edición, , pero las dos editoriales barcelonesas me estafaron gravemente con el pago de mis derechos. Según los abogados, 123.000 euros en cinco años, pero las leyes españolas desprecian a los escritores, pues no establecen mecanismos contra las editoriales estafadoras.. Ya sólo me quedaba esperar la jubilación. En España, siempre he trabajado por mi cuenta y figuro haber cotizado como autónomo (el tiempo del estudio, pagaba 107.000 mensuales). Pero esto, por lo visto, no cuenta para la SS. Me atribuyeron la pensión mínima, 475 euros al principio; contaba, sin embargo con los libros míos que estaban vendiéndose bien. Y REPRESENTABAN UN SEGURO PARA LA VEJEZ, EN LO QUE HE TRABAJADO AFANOSAMENTE DURANTE 23 AÑOS.

Tengo varios achaques (la seguridad Social dice que son “cositas”), por lo que resulta asombroso mi aspecto, que por lo visto es el resultado de un fantástico autocontrol desarrollado en los difíciles años de la emigración. La alergia me ha ido afectando progresivamente y el año 2008 fue terrible para mí. Ahogos, ataques de tos que me duraban largos minutos, etc. El médico me decía que soportaría mejor un clima marítimo. Hice cuentas y vi que los gastos serían menores en Alicante y aquí me vine, porque a Málaga he ido muy poco estos años. Sólo cuando me requerían para actos. Mejoraron el asma y la alergia, pero…Durante todo el año pasado,. tuve que ir sobreviviendo con la pensión mínima, porque las dos editoriales me habían estado estafado (un amigo abogado de Madrid presentó los documentos a un colega suyo de Barcelona, especializado en derechos de autor, y los cálculos de lo que me han robado en siete años dan mareos). .

El 28 de julio me desahuciaron. Unos días antes, busqué una habitación realquilada que fuera grande, porque aunque dejé casi todo en el piso desahuciado, conservo, al menos, mi archivo literario de toda la vida (que es voluminoso), una modesta biblioteca y el equipo informático. La habitación me cuesta 210 euros, lo que es agónico para mí, porque también tengo que comprar medicinas que la SS no receta, como Hidroxil. Al parecer, la casera creyó que yo era mucho más joven. El día a día le demostró que tengo la edad que tengo, y comenzó a decirme de manera muy desagradable que “no puedo hacerme cargo”, “es mucha responsabilidad”, “tendrás que buscarte otra habitación”, etc. El día 6, disponiéndose a irse de vacaciones, me dijo que “necesito la habitación libre para limpiarla el día 21 ó 22, porque el lunes 23 llegan dos amigas de Buenos Aires.

¿Tengo mala suerte? Mi talento ha sido aclamado en un total de siete países, pero… ¿alguien me habrá echado mal de ojos?

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